A los 85 años de edad, el último de los integrantes del reconocido grupo de Los Once, falleció en las primeras horas de la mañana de ayer en La Habana, informan diarios locales.
A los 85 años de edad, el último de los integrantes del reconocido
grupo de Los Once, miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas
de Cuba y del Taller Experimental de la Gráfica Antonio Vidal (La
Habana, 1928), falleció en las primeras horas de la mañana de ayer en La
Habana, un artista que por su obra y su propia persona, constituye un
testimonio de cómo se acriolló, con rasgos propios, uno de los
movimientos estéticos de mayor amplitud en las artes plásticas del siglo
XX, el abstraccionismo.
Su sensibilidad artística se desarrolló en medio de duras pruebas.
Hijo de un inmigrante español, Vidal salió adelante con el impulso de
amigos de su generación, como Fayad Jamís y los poetas que frecuentaban
el mítico café Las Antillas y su providencial encuentro con otros
jóvenes creadores nucleados en el grupo Los Once, ganados tempranamente
por la abstracción y, sobre todo, por hacerla visible en nuestro medio.
Entre estos se hallaban figuras que devinieron íconos de la pintura
cubana hacia la medianía del siglo, como Hugo Consuegra y Guido Llinás, y
en medio de esos avatares Vidal supo hacerse de un espacio
singularísimo desde que expuso por primera vez en 1952.
La concepción del abstraccionismo en Vidal nació de una legítima
necesidad expresiva. En las muestras colectivas en las que figuró en la
década de los cincuenta —en La Habana, Nueva York y Caracas— comenzó a
distinguirse por el equilibrio sustantivo entre el manejo libre de las
formas y el orden en la composición, paradoja que dio lugar a asimetrías
intelectualmente elaboradas y a juegos con la línea y el color donde se
advertía una emoción contenida. No hay que olvidar que Vidal dominó al
mismo tiempo, la pintura, el grabado, el dibujo y la escultura.
La crítica coincide en que su momento de madurez artística corrió
pareja con la revaloración de la abstracción que tuvo lugar en la
capital cubana a inicios de los sesenta. Cuadros suyos fueron escogidos
entonces para representar a la Isla en la VI Bienal de Sao Paulo, en la
II Bienal de México y eventos internacionales en Japón y Polonia.
Dieciocho años dedicado a la docencia en la Escuela Nacional de Arte
hizo posible a más de una generación de estudiantes contar con su guía y
apoyo, pero alejaron un tanto a Vidal del panorama de las artes
visuales de las últimas décadas del siglo pasado, aunque nunca dejó de
pintar. Sin embargo la concesión justísima del Premio Nacional de Artes
Plásticas en el año 1999 hizo que muchos volvieran su vista con
renovados bríos hacia su obra.
Sobre la expresión creadora Vidal sentenció: "Lo ideal es que la
gente sienta y entienda el arte porque el arte hay que entenderlo y
sentirlo". Y eso fue lo que hizo Vidal a lo largo de su fructífera
existencia: un arte emocional y enigmático a la vez, inteligente y
sensible.
Fuente: CUBASI
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